06:45 H
Apenas amanece por el horizonte y ya
sabe que hoy será un buen día. Lleva un mes entero preparando las clases que va
a dar esta semana, utilizando el poco tiempo libre que tiene para adaptar la
actividad a todos los grupos que tiene porque, tal y como aprendió hace tantos
años, cada grupo es diferente.
En la primera hora tiene a un grupo de
adolescentes de entre 13 y 16 años, cuya trayectoria académica les dirige a
oficios mecánicos y manuales, por lo que sabe que será un grupo difícil. No
obstante, sabe que por lo menos a tres de ellos les apasionará el tema y que,
confía, contagiarán parte del entusiasmo al resto. No todos leen, pero la
respetan y disfrutan al verla apasionada con su trabajo.
A segunda hora llega el hueso del día,
la verdadera prueba. Es un grupo de chicos y chicas de 15 años, cuyo destino
aún no aparece claro. Se diría que no tienen destino, que siguen ahí porque es
obligatorio que lo estén, pero sin ninguna seguridad de que vaya a servirles
para algo. Averiguar que toda la semana estará dedicada al mismo tema, ¡y
además este tema que ni siquiera servirá para subir nota!, será toda una
prueba.
Después quedan las tres clases en las
que sabe que disfrutará del trabajo hecho durante tanto tiempo. Son tres grupos
muy heterogéneos, de chicos y chicas de distintas edades, cuyas vidas están
encaminadas a los grandes trabajos de nuestra sociedad. Son jóvenes que se
interesan por lo que aprenden, que preguntan, y para los que esta semana pasará
a formar parte de su bagaje personal.
Sólo tiene que enfrentarse a las dos
primeras horas, y disfrutar del resto del día.
Se mira al espejo y sonríe eufórica: hoy
su bolso pesa más que de costumbre, y ha tenido que cambiar las bolsas de papel
por una maleta de ruedas para poder transportar la valiosa carga hasta el
Centro Educativo. Acaban de terminar las vacaciones de primavera y es el mejor
momento para hacer un parón: ha conseguido que todos sus cursos vayan
adelantados respecto al resto, sabe que le da tiempo a terminar el currículo y
que, aunque tendrá que pasar la última semana del curso corrigiendo a
quemarropa, habrá valido la pena. Una semana para descubrir la literatura… como
se hacía antes.
20:15 H
Y, sin embargo, qué diferente ha sido
todo. Nada ha salido como lo había planeado pero, al fin y al cabo, eso es ser
profesora: hace años era así, en el 2030 es así, y cuando pasen los años,
seguirá siendo así.
Era de esperar que la primera clase no
disfrutara especialmente de ver libros
de verdad, no electrónicos. El olor de la páginas, su tacto, el efecto y el
sonido al pasar las páginas que intentan imitar (aún sin conseguirlo) los
libros electrónicos, no despierta grandes emociones en ellos. Al fin y al cabo,
son jóvenes que tienen más o menos claro su futuro, y está mucho más ligado a
la tecnología que al pasado.
Pero, ¿y la segunda clase? A las otras
tres les pareció interesante trabajar con libros
de verdad, entender por qué se llama libros
electrónicos a los aparatos que ellos utilizan para leer, descubrir a qué
objeto pretenden imitar. Pero, señor, ¡qué maravilloso ha sido ver la cara de
ese curso de jóvenes cuyo destino aún es incierto! Cogían los libros entre sus
manos, los miraban por todas partes, los abrían y cerraban, incluso los olían
sin que ella hubiera tenido que sugerirles que lo hicieran. Después habían
estado hablando toda la hora sobre las ventajas de los viejos libros frente a los electrónicos,
después sobre los inconvenientes y, después, de sus opiniones e impresiones.
De los 29 alumnos que tiene en esa
clase, al menos 20 le habían pedido quedarse uno para leerlo. ¡Leer! ¡Ellos!
Era fantástico. Sin querer, preparando una actividad enfocada para otras
clases, para otras personas, había descubierto un gancho perfecto para atraer a
la lectura a un grupo de jóvenes que, por motivos que aún se desconocían, no
parecían sentirse cómodos en la realidad que les había tocado vivir. Tal vez el
problema está en que no todos consiguen mantener la atención del mismo modo en
los libros electrónicos… Tal vez no había sido tan buena idea desechar
completamente los viejos libros
impresos del ámbito académico aunque casi hubiesen desaparecido del día a día.
Tal vez la literatura siguiera viva para aquellos jóvenes, pero escondida en
las viejas páginas de los libros,
como una vez lo estuvo en los pergaminos.
Qué bonito :)
ResponderEliminar