jueves, 21 de mayo de 2015

Una semana para descubrir la literatura… como se hacía antes

06:45 H
Apenas amanece por el horizonte y ya sabe que hoy será un buen día. Lleva un mes entero preparando las clases que va a dar esta semana, utilizando el poco tiempo libre que tiene para adaptar la actividad a todos los grupos que tiene porque, tal y como aprendió hace tantos años, cada grupo es diferente.
En la primera hora tiene a un grupo de adolescentes de entre 13 y 16 años, cuya trayectoria académica les dirige a oficios mecánicos y manuales, por lo que sabe que será un grupo difícil. No obstante, sabe que por lo menos a tres de ellos les apasionará el tema y que, confía, contagiarán parte del entusiasmo al resto. No todos leen, pero la respetan y disfrutan al verla apasionada con su trabajo.
A segunda hora llega el hueso del día, la verdadera prueba. Es un grupo de chicos y chicas de 15 años, cuyo destino aún no aparece claro. Se diría que no tienen destino, que siguen ahí porque es obligatorio que lo estén, pero sin ninguna seguridad de que vaya a servirles para algo. Averiguar que toda la semana estará dedicada al mismo tema, ¡y además este tema que ni siquiera servirá para subir nota!, será toda una prueba.
Después quedan las tres clases en las que sabe que disfrutará del trabajo hecho durante tanto tiempo. Son tres grupos muy heterogéneos, de chicos y chicas de distintas edades, cuyas vidas están encaminadas a los grandes trabajos de nuestra sociedad. Son jóvenes que se interesan por lo que aprenden, que preguntan, y para los que esta semana pasará a formar parte de su bagaje personal.
Sólo tiene que enfrentarse a las dos primeras horas, y disfrutar del resto del día.
Se mira al espejo y sonríe eufórica: hoy su bolso pesa más que de costumbre, y ha tenido que cambiar las bolsas de papel por una maleta de ruedas para poder transportar la valiosa carga hasta el Centro Educativo. Acaban de terminar las vacaciones de primavera y es el mejor momento para hacer un parón: ha conseguido que todos sus cursos vayan adelantados respecto al resto, sabe que le da tiempo a terminar el currículo y que, aunque tendrá que pasar la última semana del curso corrigiendo a quemarropa, habrá valido la pena. Una semana para descubrir la literatura… como se hacía antes.


20:15 H
Y, sin embargo, qué diferente ha sido todo. Nada ha salido como lo había planeado pero, al fin y al cabo, eso es ser profesora: hace años era así, en el 2030 es así, y cuando pasen los años, seguirá siendo así.
Era de esperar que la primera clase no disfrutara especialmente de ver libros de verdad, no electrónicos. El olor de la páginas, su tacto, el efecto y el sonido al pasar las páginas que intentan imitar (aún sin conseguirlo) los libros electrónicos, no despierta grandes emociones en ellos. Al fin y al cabo, son jóvenes que tienen más o menos claro su futuro, y está mucho más ligado a la tecnología que al pasado.
Pero, ¿y la segunda clase? A las otras tres les pareció interesante trabajar con libros de verdad, entender por qué se llama libros electrónicos a los aparatos que ellos utilizan para leer, descubrir a qué objeto pretenden imitar. Pero, señor, ¡qué maravilloso ha sido ver la cara de ese curso de jóvenes cuyo destino aún es incierto! Cogían los libros entre sus manos, los miraban por todas partes, los abrían y cerraban, incluso los olían sin que ella hubiera tenido que sugerirles que lo hicieran. Después habían estado hablando toda la hora sobre las ventajas de los viejos libros frente a los electrónicos, después sobre los inconvenientes y, después, de sus opiniones e impresiones.

De los 29 alumnos que tiene en esa clase, al menos 20 le habían pedido quedarse uno para leerlo. ¡Leer! ¡Ellos! Era fantástico. Sin querer, preparando una actividad enfocada para otras clases, para otras personas, había descubierto un gancho perfecto para atraer a la lectura a un grupo de jóvenes que, por motivos que aún se desconocían, no parecían sentirse cómodos en la realidad que les había tocado vivir. Tal vez el problema está en que no todos consiguen mantener la atención del mismo modo en los libros electrónicos… Tal vez no había sido tan buena idea desechar completamente los viejos libros impresos del ámbito académico aunque casi hubiesen desaparecido del día a día. Tal vez la literatura siguiera viva para aquellos jóvenes, pero escondida en las viejas páginas de los libros, como una vez lo estuvo en los pergaminos.

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