En
una clase no muy lejana, quizás cercana, quizás presente… si miramos el tiempo como
un fenómeno superpuesto y no lineal. En lo que se llama una realidad
alternativa, allí estoy.
Comparto
el aula con un grupo de adolescentes que no son muy diferentes a lo que fui (o
a lo que soy, en algún lugar). Y me preguntan cosas que puedo responder gracias
a mi experiencia, porque recuerdo que lo que fue en el máster aquel…, en fin.
_
¡Profe! Su consciencia no está aquí_ dice una de las alumnas y de lejos se oyen
murmullos y risas_ Profe, el detector de
ondas cuánticas marca que no está presente.
_Pues
ausente, le ponemos falta_ dice otro alumno y ya se oye una carcajada grupal _Y
sí, es lo justo. Ella pone faltas y faltas gracias al detector.
Los
miro y tienen razón, así que no me queda otra alternativa que explicarme:
_Chicos,
estaba ultimando los detalles sobre la excursión en la máquina del tiempo… _
digo esto para calmar los ánimos, pero igual me interrumpen.
_No,
otra vez no. Eso ya está muy visto_ dicen algunos.
No
me sorprendo, ellos son los que dicen siempre lo mismo. Así que les respondo que
esa es una actividad para el trabajo de don Quijote que ya he explicado tres
veces. Si viajamos hasta el 1600 no es para materializarnos ni nada por el
estilo, solo es viajar a otra dimensión para hacer capturas de realidad de algún
paisaje o personaje o cualquier cosa que ayude a hacer el holograma de don
Quijote. Pues para eso tienen que completar la quantum webquest. Parece sencillo, pero…
_
¿Profe, entonces tenemos que hacer una captura del Quijote para hacer el
holograma?
_No.
No vamos a ver al Quijote, con suerte veremos a Cervantes_ respondo con la
paciencia que me queda, que aún no se ha ido a ningún agujero negro_ Queridos
alumnos, al Quijote solo lo vamos a encontrar en la novela. Sí, leyendo. Es que
en estos tiempos resulta increíble que leer aún sea la forma más fácil y más
ecológica de transportarnos a una realidad alternativa, sin perder átomos por
el camino.
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