“Cuanto
más mires hacia atrás, más difícil te resultará mirar hacia delante” (Pierre
Bonnard)
Me
llamo Pablo Neruda y he decidido escribir este comunicado porque estoy muy
preocupado por mi madre. Es filóloga, y como intuiréis, no me llamo Pablo
Neruda porque así lo quisieron los hados, sino porque mi madre se empeñó en
llamarme así, y en casarse con un hombre de apellido poético.
La
preocupación que siento por mi madre no es otra que la de que vive anticuada en
un mundo moderno que le da miedo. Nunca
ha ejercido como profesora en mi clase, pero sí en otras clases de mi
instituto, y según cuentan las malas lenguas, insiste en llevar de vez en
cuando libros, folios, fotografías, y papeles de diversas formas y colores para
dar sus clases y decorar las aulas.
La
convivencia con ella me hace creer que estas especulaciones son ciertas, ya que
en casa utiliza el ordenador, la tablet Pro 4.0, los libros de texto
electrónicos, el corregidor 3.0, y la vista aérea rocket plus, en casos muy
necesarios, como los de preparar actividades (que muchas veces imprime en
papel, aunque sólo sea para hacerlas ella con lápiz o bolígrafo, importándole
un pimiento que estén en peligro de extinción), ver algún video interesante
(para ella, por supuesto, porque a mí sus poetas y sus canciones melancólicas
me ponen de muy mala leche), corregir exámenes (que también los haría en papel
si no fuese porque las normas del instituto sólo dejan emplear folios de papel
muy de vez en cuando), y vigilar la
entrada de casa en sus noches de insomnio, cosa que a mí me da muy mala espina.
El vista aérea rocket plus se diseñó para contemplar la bella naturaleza que
nos rodea, a la que le queda tan solo una o dos décadas de vida, o en todo
caso, para contemplar la belleza desnuda de las vecinas.
Yo
ya no sé qué hacer con ella. Se ha quedado anclada en una tecnología
primigenia, aborigen, sólo hay que ver su móvil, con el que hace videollamadas
2.0, envía mensajes de texto con aplicaciones amazacotadas, y juega al Trivial,
pero sola, ¡sola!. Afirma que eso de las llamadas en 3D la pone nerviosa y que
las aplicaciones de realidad virtual en las que el tacto juega un papel
importante, la hacen sentir incómoda, que prefiere el tacto real. De ahí su
aprensión a permitir a sus alumnos utilizar el móvil en clase y que usen en
ella estas aplicaciones para tocarse entre ellos. Ante estas situaciones siempre
tiene una cita preparada: “a batallas de amor, campos de pluma”, que sólo
entiende ella.
El
instituto la quiere y la respeta porque a pesar de ser reacia a estas
tecnologías, las utiliza lo mejor que pued, acata las normas de éste y de la
tecnología actual, y a pesar de todo, es buena profesora. Así, en clase sí utiliza el ordenador y la
tablet, y accede a páginas web un tanto interesantes (para todo aquel que guste
de la lengua y la literatura). Además, evalúa siempre la creatividad de sus
alumnos, su capacidad para encontrar buena información de manera independiente,
su capacidad de síntesis, la redacción y el discurso coherente, (con los que me
martirizó hasta hace dos días) y cómo
no, que sepan recitar y crear literatura.
Es
cierto que cuando era pequeño me gustaba
que me leyera cuentos y que me ayudase a dibujar con lápices de colores, pero
desde que el cambio climático ha supuesto un problema grave para nuestro
planeta, el papel escasea y ya no se fabrican tantos folios de papel como hace
unos diez años. El papel ha quedado reducido a desempeñar la importante función
de papel higiénico y papel de fumar. Ella tiene que entender que a través de
una pantalla puede hacerse todo lo que ella hacía hace treinta años atrás en
papel, y que eso ayuda a preservar y mejorar nuestro medio ambiente. Es algo que
asume, pero dice que no puede evitar echar de menos el papel dedicado a guardar
bellas palabras o dibujos. Sin embargo, creo que acabará acostumbrándose a las
increíbles pantallas que tras ellas guardan todo el conocimiento del mundo y
nos permiten hacer todo aquello que deseemos.
Sin
más, se despide el que ha escrito los versos más tristes esta noche.
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