jueves, 21 de mayo de 2015

Mi mamá ya no me mima, ni se adapta: La educación en 2030

“Cuanto más mires hacia atrás, más difícil te resultará mirar hacia delante” (Pierre Bonnard)

Me llamo Pablo Neruda y he decidido escribir este comunicado porque estoy muy preocupado por mi madre. Es filóloga, y como intuiréis, no me llamo Pablo Neruda porque así lo quisieron los hados, sino porque mi madre se empeñó en llamarme así, y en casarse con un hombre de apellido poético.

La preocupación que siento por mi madre no es otra que la de que vive anticuada en un mundo moderno que le da miedo.  Nunca ha ejercido como profesora en mi clase, pero sí en otras clases de mi instituto, y según cuentan las malas lenguas, insiste en llevar de vez en cuando libros, folios, fotografías, y papeles de diversas formas y colores para dar sus clases y decorar las aulas. 

La convivencia con ella me hace creer que estas especulaciones son ciertas, ya que en casa utiliza el ordenador, la tablet Pro 4.0, los libros de texto electrónicos, el corregidor 3.0, y la vista aérea rocket plus, en casos muy necesarios, como los de preparar actividades (que muchas veces imprime en papel, aunque sólo sea para hacerlas ella con lápiz o bolígrafo, importándole un pimiento que estén en peligro de extinción), ver algún video interesante (para ella, por supuesto, porque a mí sus poetas y sus canciones melancólicas me ponen de muy mala leche), corregir exámenes (que también los haría en papel si no fuese porque las normas del instituto sólo dejan emplear folios de papel muy de vez en cuando),  y vigilar la entrada de casa en sus noches de insomnio, cosa que a mí me da muy mala espina. El vista aérea rocket plus se diseñó para contemplar la bella naturaleza que nos rodea, a la que le queda tan solo una o dos décadas de vida, o en todo caso, para contemplar la belleza desnuda de las vecinas.


Yo ya no sé qué hacer con ella. Se ha quedado anclada en una tecnología primigenia, aborigen, sólo hay que ver su móvil, con el que hace videollamadas 2.0, envía mensajes de texto con aplicaciones amazacotadas, y juega al Trivial, pero sola, ¡sola!. Afirma que eso de las llamadas en 3D la pone nerviosa y que las aplicaciones de realidad virtual en las que el tacto juega un papel importante, la hacen sentir incómoda, que prefiere el tacto real. De ahí su aprensión a permitir a sus alumnos utilizar el móvil en clase y que usen en ella estas aplicaciones para tocarse entre ellos. Ante estas situaciones siempre tiene una cita preparada: “a batallas de amor, campos de pluma”, que sólo entiende ella.

El instituto la quiere y la respeta porque a pesar de ser reacia a estas tecnologías, las utiliza lo mejor que pued, acata las normas de éste y de la tecnología actual, y a pesar de todo, es buena profesora.  Así, en clase sí utiliza el ordenador y la tablet, y accede a páginas web un tanto interesantes (para todo aquel que guste de la lengua y la literatura). Además, evalúa siempre la creatividad de sus alumnos, su capacidad para encontrar buena información de manera independiente, su capacidad de síntesis, la redacción y el discurso coherente, (con los que me martirizó hasta hace dos días)  y cómo no, que sepan recitar y crear literatura.

Es cierto que cuando era  pequeño me gustaba que me leyera cuentos y que me ayudase a dibujar con lápices de colores, pero desde que el cambio climático ha supuesto un problema grave para nuestro planeta, el papel escasea y ya no se fabrican tantos folios de papel como hace unos diez años. El papel ha quedado reducido a desempeñar la importante función de papel higiénico y papel de fumar. Ella tiene que entender que a través de una pantalla puede hacerse todo lo que ella hacía hace treinta años atrás en papel, y que eso ayuda a preservar y mejorar nuestro medio ambiente. Es algo que asume, pero dice que no puede evitar echar de menos el papel dedicado a guardar bellas palabras o dibujos. Sin embargo, creo que acabará acostumbrándose a las increíbles pantallas que tras ellas guardan todo el conocimiento del mundo y nos permiten hacer todo aquello que deseemos.


Sin más, se despide el que ha escrito los versos más tristes esta noche. 

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