Ir a tomar
el té: una curiosa forma de imaginar la realidad del mundo [no] tangible. Un
mundo donde lo absurdo es la realidad; donde la realidad es absurda [como en
ocasiones ocurre].
Siempre se
ha dicho que muchas veces no interpretamos lo que vemos, lo que leemos, o lo
que vivimos, de la misma manera. Depende de la edad que tengamos, de nuestro
estado de ánimo, de nuestra experiencia. Es ahí donde entra en juego la
intertextualidad. A veces dudamos, a veces nos arriesgamos, a veces nos
quedamos inmóviles; pero siempre hay una explicación para todo ello.
En la noticia anterior,
extraída de El País, vemos cómo un libro, que este año está de aniversario[1],
muestra nuestra verdadera realidad hacia las cosas tangibles y no tangibles. El
poder de la imaginación, el miedo a tenerla, y la puesta en práctica de la
misma. La inocencia de la niñez, la inquietud de la adolescencia, y la
responsabilidad y falsedad de la etapa adulta (e, incluso, la [in]capacidad de elegir). Todo ello son ingredientes que
hacen de Alicia en el País de la
Maravillas[2]
una obra canónica digna de leer. Una obra donde la locura es el principal
protagonista; donde la sinrazón parece el mejor camino para conseguir nuestra
meta.
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